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Yuridia – Entrevista con el Universal

“YO SÓLO QUERÍA CANTAR”

Yuridia press

Yuridia, quien se hizo artista por ganar una apuesta de 20 dólares, nos dice, desde la cima del Monumento a la Revolución, que nunca pidió ser famosa.

Ha pasado ya una década desde que Yuridia se sacudió el miedo para cantar en el casting de la cuarta generación de La academia, el reality show que la catapultó a la fama… Hoy, con varios millones de discos vendidos y múltiples reconocimientos, la sonorense nos confiesa en entrevista que extraña mucho el anonimato y las enchiladas de su mamá

 ¡Ya no quiero ir apá…! Ya me arrepentí, mejor regresemos a casa —dice Yuridia, una joven de 18 años recién cumplidos, mientras viaja en automóvil con su padre por la autopista que va de Phoenix a Los Ángeles—. No tiene caso estar en ese concurso, es pura pérdida de tiempo, apá. Seguro ya está todo arreglado.

 —No se me achicopale mijita, no va a pasar nada malo. Ya ha estado en otros concursos y siempre le ha ido re bien, se ha divertido. Va a ver que en Los Ángeles será lo mismo —responde don Genaro Gaxiola, tratando de inyectarle ánimos a su hija.

 —Pues no sé, dicen que en ese casting habrá mucha gente y ya me está dando harto nervio. ¿Y si lo hago mal…? ¡Ay, no, qué miedo! ¡Nooo…! ¿Te imaginas?

 —Tranquila, mija. No pasa nada… A ver, cálmese y cánteme una de Ana Gabriel, cánteme una de esas que le salen tan bonito.

 Son las primeras semanas de 2005 y el más emocionado con ese casting en la ciudad de Los Ángeles que tanto anuncian en la televisión hispana de Estados Unidos es don Genaro, un sonorense que una década atrás se mudó con su familia a Mesa, Arizona, en busca de mejores oportunidades. Sabe, mejor que nadie, que la voz de Yuridia es la de un gorrión, que su hija tiene en la garganta un diamante en bruto y sólo falta que alguien lo descubra y lo pula. Por eso está empecinado en conducir esos 600 kilómetros que lo separan de su sueño: ver a su chamaca consagrada como gran celebridad, como artista famosa. ¿Pero será también ese el sueño de ella?

 Luego de cuatro horas de viaje, Yuridia le vuelve a insistir a su padre que está nerviosa, que no sabe si será un acierto participar en el casting para estar en la cuarta generación del reality musical La academia, de TV Azteca.

 A la altura de Indio, California, muy cerca de donde se realiza el Festival de Coachella, don Genaro detiene el automóvil:

 —Estamos a unas dos horas de llegar a Los Ángeles, si de verdad quiere que regresemos, me doy la vuelta y vamos pa’tras. Pero otra oportunidad así no se vuelve a presentar.

 —Pero apá, es que tú no entiendes…

 —Sí entiendo, mija. No hay forma de que se quede en la casa y nadie vea que usted sabe cantar… ¡Como va…!

 —Bien sabes que no me gusta que me obliguen a hacer lo que no quiero.

 —Lo sé perfecto. Nadie la está obligando.

 —Estoy muy nerviosa y tengo miedo de fallar… ¿Qué hago?

 —Pase lo que pase, sabe que cuenta con todo el apoyo de la familia. Y nosotros creemos en usted. Mire, vamos al casting para que dentro de unos años no se mortifique con la incertidumbre de saber lo que habría pasado —le dice don Genaro, quien en tono de broma remata—. Es más, hagamos una apuesta, si se presenta al casting le pago 20 dólares.

 —¿20 dólares…? —Yuridia sigue el juego— Caray, apá, eso me lo hubieras dicho desde el principio. Enciende el auto y dale recio, ¡Ámonos pa’l casting de La academia…!

 Esa tarde, en Los Ángeles, la vida de Yuridia cambiaría para siempre.

 A una década de distancia, en entrevista con Domingo, la cantante sonorense todavía recuerda con claridad aquella tarde: “Había miles haciendo el casting de La academia. Yo estaba abrumada y veía que todo el mundo iba entaconado, con brillitos y hasta con el supuesto Factor X del artista. Bueno, había algunos aspirantes que, mientras estábamos en la fila, ya hasta firmaban autógrafos y cantaban presumiendo su voz. Los veía ansiosos y por entrar a hacer su prueba. Los veía y me preguntaba: ‘¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy?’. No podía creer que de entre todas las personas, yo, que de niña me escondía en el baño de la escuela porque me daba miedo ver a la gente, estuviera haciendo un casting. Entré, canté una canción de Shakira y los jueces levantaron la mano así como para decir: ‘¡Ya cállate!’. Pero no, no fue así, ¡me quedé!”.

 Enseguida, la sonrisa en el rostro de Yuridia desaparece. Guarda silencio por unos instantes. Pasa los dedos por su cabellera. Lanza un profundo suspiro y remata: “Desde entonces no volví a ser una persona normal”.

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En una época en la que la mayoría de los cantantes populares de nuestro país celebra con bombo y platillo la venta de 75 mil o 100 mil copias de un álbum, Yuridia Gaxiola Flores es una intérprete que logra desplazar hasta un millón 300 mil unidades con cada una de sus producciones discográficas. Una cifra descomunal en nuestros días.

 Sólo en lo que va del siglo XXI, ningún otro artista o grupo mexicano ha vendido más discos ni recibido más reconocimientos que Yuridia, quien estos días celebra —con un concierto el 6 de noviembre en el Auditorio Nacional y el lanzamiento de 6, su sexto álbum— sus primeros 10 años de carrera desde que obtuviera el segundo lugar en la cuarta generación de La academia.

 “Este disco se llama 6 porque es el sexto que lanzo y lo grabé en Miami, con el productor George Noriega —dice la intérprete originaria de Hermosillo—. Es la primera vez que salgo de México para grabar un álbum y fue un proceso muy distinto a lo que había hecho hasta ahora”. Agrega que trabajar al lado de Noriega, quien ha sido el artífice de gran parte del éxito de Shakira y Ricky Martin, resultó para ella un tanto intimidante por el prestigio internacional que tiene el productor, pero que al final resultó una experiencia enriquecedora que le ayudó a superar muchas de sus inseguridades.

 “Es un disco muy especial del que me siento muy orgullosa del primero al último tema. Y lo más padre es que sale al mercado en octubre, justo en el mes de mi cumpleaños y cuando celebro 10 años de carrera. Es como una señal de que Dios me está regalando algo muy especial”, dice Yuridia en la entrevista realizada en el Monumento a la Revolución.

 —¿Por qué es diferente este nuevo álbum a los anteriores que has lanzado?

—Esta vez trabajé con una nueva generación de compositores. Todos son mis amigos y todos me conocen muy bien. Vienen canciones de desamor de mentar madres, de esas que a mí me gustan. Ya es muy tarde, el primer sencillo, es una canción de José Luis Roma, de Río Roma, y fue una de las primeras que me enseñaron en la disquera para iniciar este proyecto. Hay también una canción de mi amiga Michelle Blank (Sin la memoria), que habla de vivir sin recuerdos, porque esa es la mejor forma de vivir mejor y perdonar. Es una canción es muy especial. Todo el álbum es muy especial y seguro le gustará más a las mujeres.

 —¿Es un álbum feminista?

—No. Habla mucho del amor y de situaciones que vive todo el mundo.

 —¿Cada canción del álbum es como un traje a tu medida?

—Se puede decir que sí. Bueno, no sé si todos los compositores tienen el mismo speech, pero llegan y dicen: “¡No, es que yo estaba pensando en ti a la hora de escribir esta canción!”. Y cuando me lo dicen ya están sacando la guitarra bien emocionados. Así que siempre les creo, la verdad. Por ejemplo, ahí tienes el caso de mi paisano Pablo Preciado, compositor y vocalista del grupo Matiz, que me tocó ir a su casa para grabar algunos demos de este disco, y me tocó verlo casi llorando de emoción, porque decía que era un sueño para él que yo interpretara sus canciones tal y como las había imaginado.

 —¿Qué se siente ser la musa de una nueva camada de compositores?

—La verdad es muy extraño. Mira, cuando hacen una canción para mí, yo me emociono también muchísimo, porque me comunico a través de la música. Cada que me ofrecen un tema y me dicen que lo hicieron pensando en mí, digo: “¿De verdad eso es lo que ellos piensan de mí?”. Es algo muy extraño, pero también es muy extraño saber que alguien se siente identificado contigo cuando cantas y que, a la vez lo inspiras a crear algo. Es algo lindo.

 —Yuridia, pasaste de ser, casi de la noche a la mañana, una persona común y corriente que hacía su vida en casa, a ser una estrella de la música que se volvió musa de otros artistas e inspiración para miles y miles de admiradores…

—Pues la verdad sí. Y no es por nada, pero siempre estoy pensando en qué habría sido de mi vida si yo no hubiera ido a ese programa de televisión. Y no quiero decir que estoy arrepentida, pero me ha pasado por la mente que si pudiera regresar a esa etapa de mi vida en donde todo cambió, a lo mejor yo misma me sacudiría y me diría: “No vayas todavía, no lo hagas. Prepárate un poquito más”.

 —¿De verdad que si pudieras viajar en el tiempo eso le diría la Yuridia de 28 años a la Yuridia de 18?

—Sí, me advertiría muchas cosas: “Mira, esto, esto y esto va a pasar; mucha gente se va a querer adueñar de ti; no vas a ver a tu familia en mucho tiempo; vas a crecer muy rápido y te vas a dar unos buenos golpes”. Sí, sí iría y le advertiría muchas cosas de este negocio a esa niña.

 —Pero es una profesión en donde hay muchos pros y contras.

—Sí, también hay muchos pros. Aquí he conocido a gente muy linda y hermosa. He vivido extraordinarias experiencias que me han ayudado a crecer en la vida. Hay tantas cosas tan bonitas que hasta me dan ganas de llorar. Creo que he vivido de la misma forma cosas difíciles como bonitas, están muy a la par. Te mentiría si sólo dijera: “He sido tan feliz en mi carrera”, porque de la misma forma en que he sido feliz, también me las he visto negras. Ha sido difícil, sí.

 —Luego de seis álbumes en tus 10 años de carrera, ¿cómo te sientes? ¿Cómo has madurado vocalmente?

—Mira, durante tiempo tuve como regla el grabar en un estudio las canciones que sabía que iba a poder cantar exactamente igual durante un concierto. Trataba de ser muy realista y cantaba canciones que, aunque tenía su grado de dificultad, de alguna manera yo las sentía seguras. Pero esta vez fue diferente y decidí salir de esa zona de confort para interpretar todo lo que el productor me pidiera, y fue así que descubrí una voz en mi garganta que nunca antes había escuchado. Fue una experiencia muy emotiva el cerrar los ojos y escucharme cantar. Nunca antes lo había disfrutado de esta manera. Es la primera vez que yo me disfruto, que yo me gusto. Entonces creo que ya maduré vocalmente.

 —¿Es distinto el proceso de hacer un cover a una canción inédita?

—Bueno, tiene su chiste hacer un cover. Es complicado porque estás entrando en la casa de alguien más y tienes que hacer que la gente te quiera de la misma forma en que quisieron al intérprete original. Pero lo hace fácil el que la gente ya conozca la canción y se sepa la letra. En cambio, hacer algo inédito es un compromiso muy grande, porque le estás diciendo a la gente: “Conozcan esta canción, escúchenla, es nueva”.

 —Hasta el proceso de promoción debe ser distinto…

—Es más difícil. Hacer que alguien escuche una canción nueva es difícil porque ahora la gente está acostumbrada a vivir muy de prisa con todo lo digital y las redes sociales… quieren algo nuevo todo el tiempo. La gente escucha música de la misma forma, le ponen play, escuchan los primeros diez-quince segundos y si no les gusta le dan a la que sigue, es la forma rápida de vivir de esta nueva generación. Eso es lo que hace más difícil lanzar canciones inéditas.

 —Cuando tú cantas un cover y logras proyectarlo, ¿el artista original te busca y te dice: “Me ganaste”? Por ejemplo, Yuri qué te dice de tu interpretación de La maldita primavera.

—Yuri siempre ha sido muy buena conmigo y siempre se ha acercado, desde que estuve en La academia, para apoyarme y decir cosas muy buenas. Creo que a ella, así como a varios más, les hace sentir muy bien que cante sus melodías… Yuri y yo hemos cantado juntas en el Auditorio Nacional La maldita primavera, y las dos estamos que no nos la creemos en los camerinos. Por ejemplo, cuando cantan una canción mía en un programa como La voz… o La academia, se siente muy lindo saber que hay gente que te toma en cuenta como artista, entonces me imagino que lo mismo les ha de pasar a esos artistas que interpretaron las versiones originales de las canciones que a mí me han ayudado a crecer.

 —¿Piensas que es como un tributo?

—Exacto, es un tributo. Y sí, es muy lindo.

 —¿Yuridia es la misma arriba y abajo del escenario?

—No, creo que son dos personas bien diferentes. Cuando estoy en un escenario siento que cambio mucho por la misma presión de tener un contrato ya pactado para presentarte frente a mucha gente; eso te empuja a quitarte miedos e inseguridades. Mucha gente me ha dicho: “Es que eres otra y hasta caminas diferente en el escenario”, pero yo no me doy cuenta de eso. En cambio, cuando estoy abajo del escenario soy muy tímida y me cuesta trabajo entender que soy una figura pública.

 —¿Crees que la fama te ha hecho perder el piso?

—Pues más bien me ha hecho esconderme un poquito y cuidarme más.

 —¿Es como un monstruo que si te descuidas te come?

—Es que la gente piensa que la fama es superglamorosa y que los artistas somos felices posando frente a las cámaras, que nos encanta que nos paren en la calle para pedirnos autógrafos, que morimos por salir en todas las revistas, que nos cuidan guaruras de dos metros de estatura, que nos regalan cosas todo el tiempo, que tenemos casas lujosas y autos deportivos último modelo… Pero qué creen, nada de eso existe. A mí me interesa que la gente se dé cuenta que los artistas son personas, y que son seres humanos normales. La diferencia está en que viven el arte con mucha más intensidad. Pero la fama es complicada.

 —Y también es parte de…

—Pues si pudiera, eliminaba la fama. Ojalá y la vida de un artista se concretara a salir a cantar y, de vez en cuando, a grabar un disco. Y que ahí parara todo…

 —¿Qué es lo que más extrañas?

—El anonimato. Mucha gente piensa quienes nos dedicamos a esto lo hacemos porque queremos ser famosos. Y hasta nos lo echan en cara: “¡Ah, pues tú querías ser famosa…!”. ¡No…! Yo no pedía ser famosa. Yo sólo quería cantar y que tú cantaras conmigo, no que le hicieras bullying en la escuela a mi hermano menor, por el simple hecho de que su hermana “famosa” salía en la tele.

 —¿A pesar de eso, te sientes realizada profesionalmente?

—Totalmente. Estoy muy orgullosa de lo que he conseguido.

 —¿Sientes que representas a una generación?

—No, yo no represento a ninguna generación. En todo caso, represento a las mujeres que, como yo, trabajan y tienen sueños. Mujeres que tienen hijos y luchan por salir adelante por ellas mismas.

 —¿Sabes cocicar?

—Más o menos. Hace poco aprendí a hacer caldo… Extraño la comida de mi mamá… ¡Ay, quiero llorar!

 —Llámale a tu mamá y dile que extrañas su comida. Ten, te presto mi teléfono.

—No, muchas gracias… Ahorita me acordé de que hace unas enchiladas bien sabrosas. Bueno, todo lo que cocina le queda bien rico… Hace varios meses que no la veo. ¡Quiero ir con mi mamá! —Para este momento Yuridia ya está en medio de un mar de lágrimas— Ya ves, ya me hiciste llorar.

 —¿Te gustaría que tu hija fuera como tú?

—¡Ay, no! No, no, no. ¿Llorona? No sé, a mí me gustaría que fuera una mujer fuerte.

 —De no haber sido cantante, ¿qué te hubiera gustado ser?

—Yo creo que estaría viviendo en otro país. Me llama mucho la atención viajar y vivir en una cultura diferente. Tal vez habría estudiado moda, diseño de arte o maquillaje de efectos especiales. Cuando estaba chica y era la época de Halloween, yo misma les hacía los disfraces a mis hermanos y los maquillaba de la cara. Hacíamos el video de Thriller, de Michael Jackson, pero lo hacíamos todos los días, no había un día que no me pidieran: “Vísteme de zombi”. Eso me gustaba mucho.

 —¿Tu carrera tiene fecha de caducidad?

—No sé. No quiero cantar para siempre, pero no quisiera adelantarme ni meterme el pie yo solita y decir que en tantos años me retiro. Lo que es un hecho es que no me veo toda la vida arriba de un escenario. En ese sentido, pues sí, mi carrera tiene fecha de caducidad.

 —Yuridia, ya por último, ¿te pagó tu papá los 20 dólares de la apuesta que hicieron?

—No, pues creo que no. Todavía me los debe. Pero se los voy a cobrar ahora que lo vea.

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